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Grandes Amaestradores de Psiquiatras

Todo bicho que camina debe ser arrojado al anatema

Erízanseme los cabellos, agallínaseme la piel, fríos sudores bájanme y súbenme entre las ingles y las axilas, tiémblanme las rodillas y... hasta me da un poquitín de miedo cuando pienso en los insondables misterios de Erectión, la columna pisciforme.

Dolménica, tumularia, yérguese en un impreciso punto del desierto de Taklamakán, cerca de un camino comarcal que desemboca en la Ruta de la Seda. Digo «impreciso punto» porque hay que salir por la salida 86, en el kilómetro 6.574, rumbear en dirección Uigur-Kan y por allí preguntar. Si te informan mal, o si no dominas el indoschín, puedes perderte por esos andurriales monótonos (pura arena y estatuas de Buda rotas) en donde la brújula enloquece y el teléfono móvil se queda sin cobertura.

Si tras sedientas jornadas de camino te topas con un zigurat semiderruido, ¡la cagaste! te has equivocado de senda, jamás volverás a ver tu culo de frente. Caminarás en círculos hasta la eternidad sin encontrar un quiosco ni una mísera sucursal de La Caixa… Que Dios tenga piedad de tus huesos.

Porque la columna Erectión es uno de los últimos vestigios de la Atlántida, cuentan las leyendas del lugar que fue tallada en una pieza de la dura roca del monte Ararat y permaneció sumergida durante siglos hasta que se retiraron las aguas del Diluvio. Afortunado el explorador que la vislumbra, cual colosal pendorcho, recortada en el amarillento cielo de Asia Central. ¿Hasta qué profundidades entierra sus basamentos? ¿Cuáles son sus verdaderas dimensiones? ¿Qué dios, titán o funcionario extraterrestre la diseñó y para qué fin? ¿Eh? Preguntas, hasta hoy, sin respuesta.

¿Y qué mensaje estelar quieren transmitirnos sus ilegibles inscripciones? A la altura del ojo humano sólo se vislumbran extraños jeroglíficos: triángulos, cuadriláteros, polígonos, tetragramas, pentagramas, exagramas, elipses sinusoidales, logaritmos semicirculares… de todo.

Un poco más arriba –«un poco» es un decir, teniendo en cuenta las dimensiones del coloso– comienzan los dibujos de inequívoco origen egipcio: Isis tirándole el Tarot a Osiris mientras Horus espera su turno pacientemente; Amenophis regañando a Nefertiti porque Tutankamón acaba de trepanar a Akenatón mientras la Efigie, a sus pies, juega con un ovillo de hilo de oro… por supuesto todos de perfil. Subiendo la mirada un poco más, noventa líneas en hebreo bíblico nos cuentan (según la lingüista argentina Susana Rodríguez-Swartzman) siete cosas:

1. que este texto hay que leerlo de derecha a izquierda;

2. que, en el principio, el cielo y la tierra estaban mezclados;

3. que Yahavé castigó a los sodomitas porque practicaban la sodomía, pero no queda claro qué cochinada hacían los gomorritas porque las tropas de Napoleón (que, en 1811, libraron en aquella zona una batalla contra los bátavos) borraron seis líneas de texto a cañonazos (aunque, vamos, uno se imagina);

4. que Abraham, Isaac y Jacob pelaron semillas de girasol en este lugar;

5. que todo bicho que camina debe ser arrojado al anatema;

6. que más vale comer unas verduritas con un sabio que un cordero asado con una mujer rencillosa

y 7. que el Arca de la Alianza no está aquí.

Para leer los caracteres griegos que se encuentran más arriba es necesario el uso de binoculares: «En un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos», es la única referencia clásica reconocible, el resto trata sobre los amoríos de cierto filósofo con un tal efebo de nombre Quitón. Cuenta Plutarco que Alejandro el Grande se detuvo a orinar en este lugar antes de iniciar la conquista de la India, pero nada hay en el monolito que atestigüe su paso. En tiempos de Justiniano (s. VI) toda la construcción se convirtió en el campanario de una capilla bizantina, y, tras la Hégira, la furia iconoclasta de los omeyas de Damasco destruyó las esculturas antropomorfas de la cara norte.

Pero los misterios de la columna Erectión no terminan ahí. Es evidente que los caballeros templarios conocían su existencia porque las catedrales góticas emulan su orientación vertical; los planos de un raro invento de Leonardo da Vinci al que, significativamente, llama «erectiómetro», recuerdan la familiar fálica figura surcada de poleas y engranajes, aunque también es verdad que Maquiavelo recomendaba al Príncipe que mejor se dedicara a rematar a sus adversarios antes que a especular sobre la utilidad del más incomprensible de los obeliscos antiguos, por grande y misterioso que éste fuera.

El monumento cayó aparentemente en el olvido durante siglos, pero muchos historiadores afirman que siempre existieron sectas ocultas interesadas en desvelar el terrible secreto que en él se esconde. Sabido es que, a partir del grado 30 de la francmasonería, los iniciados adquieren el título de Gran Maestre Erecto, y que el calendario maya afirma que, al final de los tiempos, Qutzacoatl engullirá al mundo adoptando la forma de un gran pendorcho emplumado.

¿Habrá algo de verdad en los rumores que afirman que Hitler invadió Rusia para asegurarse el control de la ruta que conduce desde Europa al Asia Central y a la enigmática columna; que la pirámide que podemos ver en los dólares norteamericanos no es otra cosa que una referencia a la cúspide puntiaguda de la columna Erectión; que las fotos enviadas por la última expedición a Marte revelan la existencia de un monumento similar erigido en el cráter que corona el monte Olimpo; que las torres gemelas eran, en realidad, un monumento levantado por el poder económico que domina el mundo en homenaje a esa otra torre?

Entre todas las inscripciones, trazadas en todos los idiomas, descifrados o no, que cubren las paredes del monolito, tal vez la más misteriosa, inquietante, arcana y sorprendente sea una en español que se encuentra casi llegando a la cumbre y que muy pocos osarían repetir. La inscripción reza: «Habiendo escaleras, el propietario no se responsabiliza de los accidentes ocasionados por el uso del ascensor».

1 comentario

DNI -

Iiiinnnnnnquieeeetanteee....!!!Habiendo ascensor, el consorcio no se responsabiliza de los accidentes ocasionados por el uso de las escaleras