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Grandes Amaestradores de Psiquiatras

Tengo un lector

En este espacio mágico, señor, aunque escriba despacio y de otra cosa viva, soy un escritor «machazo» –me lo dijo una amiga que no dejará que mienta–. Y en mi otro universo, mucho peor, con el que me gano la vida, corrijo pruebas de imprenta. A usted le parecerá perverso, a lo mejor, que un corrector tipográfico escriba versos paganos y tan en vano viva, con esa ilusión espuria de quien persigue la rima con la furia del converso. «¡Déjese de pavadas –me dirá con tonito sobrador– o después no se queje si el editor confía a otro corrector las galeradas!» Mi vida es mía, señor, y el estrés para mí no es nada porque tengo un lector. El jueves me lo encontré a la salida de donde he establecido mi morada, parecía estar en la guerra porque permanecía hundido en la tierra hasta la quijada, más muerto que vivo, allí donde los perros van a hacer sus meadas. «Éste está como un cencerro –es lo que pensé y por eso se lo digo a usted–, así enterrado, sin un abrigo ni nada, ¿qué estará haciendo tan de madrugada?» Nunca lo sabré. Sólo me dijo riendo: «El facultativo profirió un rugido tremendo, ¡je je je!».

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