Blogia
Grandes Amaestradores de Psiquiatras

Mujeres y romanas

Mujeres y romanas

El hecho cada vez más frecuente de que haya mujeres militares no creo que contradiga lo que día a día se demuestra con más evidencia: las chicas son mucho más civilizadas que los chicos. «Civilizadas», de «civil» (sociable, urbano, atento) y de «civilización» (estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres). Si es verdad que para «elevar el nivel cultural de sociedades poco adelantadas» y «mejorar la formación y comportamiento de personas o grupos sociales» (las dos acepciones del verbo civilizar) la generalización de la lectura es un requisito ineludible, basta hacer un corto viaje en el metro o en algún autobús urbano para darse cuenta de que, si algún pasajero está leyendo un libro, tendrá que ser un pasajero del sexo femenino. Los chicos, como mucho, hojearán algún periódico deportivo (rara vez leyendo los textos, más bien mirando las fotografías).

Quien, para lo que sea –un mensajero que debe entregarle un sobre a una profesora, por ejemplo–, tenga la necesidad de visitar un claustro universitario notará de inmediato que la población del mismo es mayoritariamente femenina; y esta realidad no es exclusiva de los países llamados del Primer Mundo, un reportaje sobre Irán que pude ver recientemente en televisión muestra cómo las aulas de la Universidad de Teherán están habitadas también, en su mayoría, por chicas, chicas cubiertas de arriba abajo con oscuros ropajes. En toda actividad en la que sea necesario pensar, predominan las chicas.

En la Antigüedad, para ser considerado una persona «civilizada», simplemente había que saber griego o latín. En lo que respecta al latín, esta circunstancia poco o nada ha cambiado. Casi no hay estudio en cuya profundización uno no deba topar con la lengua de Virgilio. Tengo que confesar que, así como, de puro vago, a lo largo de la vida fui dejando pasar la oportunidad de ser inteligente –aprender matemáticas desarrolla la inteligencia– y de realizar valiosas obras artísticas –estudiar música desarrolla la paciencia y la sensibilidad que son necesarias en el acto de creación–, también dejé pasar la oportunidad de ser verdaderamente civilizado al no disponer, en su momento, de la inteligencia, la paciencia y la sensibilidad de estudiar latín como Dios manda.

Y como todas estas carencias han delimitado el techo hasta donde puede desarrollarse mi sencillo cerebro, me consuelo visitando el blog Mujeres de Roma, creado por Isabel Barceló, una civilizada escritora valenciana cuya inteligencia, paciencia y sensibilidad se plasma en la descripción apasionante de las vidas de otras mujeres, que vivieron en otro tiempo, en el tiempo de la república y del imperio romanos. Leyendo estas maravillosas biografías se aplaca mi bárbaro temperamento y me humanizo. Qué mejor regalo puede brindar a este mundo cada día más salvaje un alma generosa que dice de sí misma: «El momento más feliz del día es el que dedico a escribir. Estoy fascinada por Roma, una ciudad única en el mundo occidental, y empeñada en que se recuerde a sus mujeres, que es como recordar a todas las mujeres del mundo».

Bueno, ahora los tengo que dejar porque está por empezar el partido.

Rescatar del olvido a las más olvidadas

Isabel Barceló

7 comentarios

natalia -

las mujeres romanas eran bellas



Vernieri -

Muchos curiosos estudiantes han arribado a esta página (o se han puesto en contacto con el administrador de la misma) motivados por la realización de trabajos escolares o la necesidad de responder a cuestionarios sobre la indumentaria en la Roma antigua.

Para ellos, me he permitido copiar el artículo de Wikipedia que trata con bastante amplitud este tema. Dice así:


El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas, como el griego, llamadas

* indutus, las interiores,

* amictus, las exteriores.

En los primeros tiempos, se reducían las prendas a la túnica, semejante al quitón de los griegos y a la toga propia y exclusiva de los ciudadanos romanos que por ello se llamaban "gens togata" mientras ellos decían de los griegos "gens paliata". A veces, llevaban otra túnica interior, denominada subúcula, equivalente a nuestra camisa, y la superior solía ceñirse con un cinturón llamado cíngulum o cintus, cerrado con broche o fíbula. La toga era una amplia vestidura de lana, de corte elíptico, cerrada por abajo y abierta por arriba hasta la cintura. Al llevarla, se recogía por los pliegues del lado derecho y se echaban terciados hacia el hombro izquierdo.

Su color era generalmente blanco ('alba', 'cándida'), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de "candidatos" que hoy está en uso en nuestra lengua.

Los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trábea, toga praetexta).

Los conquistadores en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata).

Los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpúrea) o con bordados de oro (toga picta).

Al terminar el primer siglo del imperio romano, se aumentaron y modificaron las piezas del indutus, admitiendo la túnica con mangas o manicata y la túnica ancha y sin cíngulo pero con mangas enteras y con listas de color (llamadas 'clavi') la cual estuvo de moda en el siglo II, imitando las que se llevaban en Dalmacia (dalmática) así como la túnica abierta por el hombro derecho (exomis) para esclavos y pastores y algo también los calzones o bragas (bracae), imitando a los persas, galos y otros pueblos del Norte. La pieza más destacada del amictus que empezó a cundir a finales del siglo I fue la pénula, manto cerrado o cosido también por delante que adoptaban los viajeros para abrigo y defensa de la lluvia (pénula viatoria) e incluso los nobles quienes lo llevaban largo y de tela preciosa con adornos de franjas y bordados. Se llamó también planeta con significado de errante porque giraba alrededor del cuerpo sin fijación y como carecía de mangas para hacer uso de los brazos con esta vestidura debían levantarse por los lados hasta los hombros. Se añadió también a las vestiduras exteriores (a la vez que se abandonaba la toga por casi todos) el gabán o capa llamada lacerna, abierta por delante y sujeta con broche o fíbula y la alícula, especie de esclavina, todo lo cual era rico y espléndido entre la gente poderosa.

Para cubrir la cabeza, servía en ocasiones dadas una orilla o pliegue de la toga pero lo más habitual era el cucullus o capuchón, el birrete o gorro (pileus, galerus) y el sombrero. Se llevaba el cucullus adherido a otra pieza, como la pénula o la capa, ya formando parte de ella (llamada entonces la capa bardocúculo), ya de modo que pudiese quitarse y ponerse a voluntad. Y en cuanto al sombrero, solía hacerse de fieltro y de grandes alas (causia) o de alas más reducidas (petasus). En los actos solemnes, sin embargo, fue costumbre ir con la cabeza descubierta, menos el sacerdote al ofrecer un sacrificio, que siempre iba cubierto con algún pliegue de la toga.

El calzado más común entre los romanos era la sandalia (sólea) atada con unas correas (corrigia) constituyendo el conjunto la cáliga. Pero se usaba también el cálceus, especie de zapato con algunas variedades y que llevaban los senadores y otros magistrados (éstos, de color rojo y aquéllos, negro) y el campagnus o bota más grande, propia también de nobles. El coturno estaba de uso entre los romanos, lo mismo que entre los griegos.

Las mujeres romanas llevaban larga y holgada túnica, la stola que tenía muchos pliegues y que para las nobles matronas se adornaba con franjas o ricos bordados, y sobre ella la palla, que se parecía a la toga viril. Cubrían su cabeza con la misma palla o con una cofia que se llamaba mitra o con un velo (ricinum) o una capucha.

Y personas de toda clase o condición usaban pañuelo de bolsillo, conocido con los nombres de manípulum, sudárium y mápula, y otro mayor par el cuello y hombros, llamado amictus, orárium y palliolum. Como adornos de los vestidos exteriores eran muy frecuentes en personas de ambos sexos las tiras de púrpura o de otro color, bordadas y aplicadas de arriba abajo, que se llamaban clavi o clavus, distinguiéndose en angusticlavi y laticlavi, según que fuesen estrechas o anchas y además los calliculae o rodajas y florones de tela de color y bordada, que se aplicaban sobre la túnica o vestido en puntos diferentes.

El traje de los españoles durante la dominación romana fue exclusivamente romano, hasta que a principios de la Edad Media se modificó algo por los godos y bizantinos.

La gente guerrera, entre los romanos de los primeros siglos defendía su cabeza con la gálea o casco de cuero y placas metálicas y el tronco por medio de una armadura también de pequeñas placas. Pero después de la conquista de las Galias se adoptó el cassis o casco de metal (usado antes por celtas e iberos) con yugulares y cubrenuca y la cota de malla para el tronco si bien algunos cuerpos especiales del ejército usaban armaduras particulares:

* los vélites, cuerpos de infantería ligera que empezaban los primeros el ataque llevaban ócreas o resguardos metálicos (de bronce, por lo común) en la pierna izquierda;

* los hastati o hastarios (armados de lanza) llevaban ócreas en la pierna derecha pues era la que adelantaban al combatir.

* Los legionarios protegían el pecho y la espalda con una loriga o coraza flexible de tiras de acero y el brazo con un corto brazal de bronce.

* Los buenos escuadrones de caballería llevaban en lugar de lo anterior la lorica squamata o plumata, dispuesta en forma de escamas de metal cosidas sobre cuero o tela fuerte.

Se ceñía la loriga de cualquier tipo que fuera con el cíngulum o cíntum, cinturón de cuero chapeado de metal y sujeto con fíbula, del cual pendía la espada. Ésta se llevaba también pendiente de bálteus o tahalí, propio de los jefes que iba terciado ante el pecho desde el hombro derecho hasta el lado izquierdo de la cintura. Los emperadores y otros altos jefes de la milicia romana se servían de una coraza de dos piezas (peto y espaldar) adornadas con relieves y adaptadas perfectamente al tronco según aparece en sus estatuas y sobre ella vestían el paludaméntum, especie de clámide larga y holgada que estuvo en uso durante el Imperio y a la vez llevaban sobre el casco una cimera o ápex y un penacho o crista al modo griego lo cual era también propio y distintivo de los centuriones.


http://es.wikipedia.org/wiki/Indumentaria_%28Roma_Antigua%29

sara -

me encanta este flog pork tiene muxa informacion wno k este finde folloooooooooooo

lorena -

falta muxa infirmacion de la vestimenta de los romanos tengo que hacer un trabajo ehh!!!bueno leer esto

Mariángeles -

A mi también me encanta el blog "Mujeres de Roma". La prosa de Isabel Barcelo es ágil y amena para el lector. Espero que tenga el éxito que merece.

Negado de Pando -

?

Marga -

Me gusta lo que escribe Isabel, y doy fe de su civilidad, sensibilidad y paciencia, sobre todo, su mucha paciencia, en fin, ella sabe lo que digo. Sé que le gusta Roma, y las mujeres de Roma la han impregnado. Me gusta su biografía corta de Minucia, casi tan corta como la vida de la adolescente casada y muerta al poco de parto, como tantas mujeres casadas y muertas , incluyendo a las que se les murió el alma . Me gusta lo que escribe Isabel, y ella lo sabe. Por favor, sigue escribiendo